DANZA MOVIMIENTO TERAPIA
La Danza Movimiento Terapia (DMT) consiste en el uso terapéutico del movimiento para promover la integración emocional, cognitiva, física, espiritual y social del individuo.
La danza entendida como movimiento corporal, expresión creativa y comunicación es el componente central de la Danza Movimiento Terapia.
Si partimos del hecho de que existe una interrelación entre la mente, el cuerpo, el estado emocional y las relaciones, el movimiento corporal proporciona simultáneamente los medios de evaluación y el modo de intervención para la DMT. (EADMT, 2010)
Una persona llega al espacio terapéutico buscando sentirse mejor, cambiar algo que le hace sufrir, y lo que se encuentra es a otra persona, una danza movimiento terapeuta (DMT), en un espacio de relación, donde no solo se habla; donde la reflexión sobre lo ocurrido y lo que está sucediendo va unida a un trabajo corporal que busca la integración entre lo que la mente y el cuerpo dicen.
Se trabaja en el aquí y ahora y la línea de trabajo es psicodinámica y esto implica que la parte inconsciente tiene su importancia. Partimos de que cómo nos movemos por el mundo tiene que ver también con eso que no tenemos registrado de forma consciente. La DMT trabaja de forma simbólica con material inconsciente, que en el espacio terapéutico puede encontrar su camino hacia la conciencia.
La relación terapéutica va a permitir encontrar respuestas muy similares a las que se ha ido encontrando en su recorrido vital pero también respuestas alternativas y la experiencia va a permitir explorar nuevas formas de estar, de ser, de moverse, que pudieran constituir la base de la transformación.
Quizás no resulte tan sencillo de entender, pero me pregunto si la dificultad surge cuando tratamos de analizar cognitivamente eso cuya esencia es encarnada.
¿Qué es la DMT?
Un poco de historia…
Quizás un paseo por los orígenes nos pueda aclarar un poco más. Os propongo ir hacia atrás para luego volver.
La Danza Movimiento Terapia nace en EEUU, en un momento histórico concreto, en los años 40, cuando el mundo empieza a despertarse después de la segunda guerra mundial. Los psicofármacos están por llegar y la guerra ha marcado a la sociedad occidental. Demasiados hombres (también mujeres, es evidente que es un proceso global y que afecta a todos de alguna manera) pero directamente, en esa época, en EEUU, el estrés postraumático se ha cebado con quienes han visto en primera persona los horrores y el sinsentido de la guerra. Hay hospitales psiquiátricos repletos de unos veteranos de guerra, con los que el sistema no sabe muy bien qué hacer.
Como en cualquier momento de crisis, el arte, especialmente resonante en ese momento con un mundo que se resquebraja, se transforma, rompe con la estructura y la estética anterior. De algún modo, se buscan nuevos lenguajes para representar una nueva realidad por construir, pero también se busca lidiar con el trauma colectivo que ha supuesto la guerra.
El impulso inconsciente, el plasmar en la obra el interior más que la forma, es la base del expresionismo abstracto, el movimiento artístico que florecerá en los años 40 en occidente. En el arte van apareciendo nuevas formas, nuevas miradas, que van a desembocar en el arte contemporáneo y la danza no es ajena a ese movimiento. Al inicio del siglo XX las bailarinas ya comenzaron a bajarse de las puntas. La hegemonía de la danza clásica convivía con nuevas formas de bailar, en contacto con el suelo, con el propio interior. Y la danza avanza desde la necesidad de transmitir una realidad emocional propia y contactar con el propio impulso interior. Eso va despertando la curiosidad de quienes se mueven, un interés por integrar otras técnicas corporales y danzas tribales en sus experiencias en movimiento y eso va generando unas coreografías diferentes, pero sobre todo una danza que se aleja de la intención puramente estética, para buscar una representación más clara de los estados internos.
La historia supuso un excelente caldo de cultivo para los proyectos de dos mujeres, que casi en paralelo y sin ninguna conexión entre ellas, inician sendos proyectos una en el este y otra en el oeste de los EEUU.
Marian Chace fue una bailarina y coreógrafa comprometida, que participaba en proyectos de danza con colectivos desfavorecidos en la ciudad de Washington y que se ofreció a colaborar con el hospital psiquiátrico St. Elizabeth, donde convivían decenas de veteranos de guerra. Inició allí un voluntariado que se convertiría con el tiempo en un trabajo consolidado.
Chace estableció una estructura, dividiendo el espacio de sus sesiones en Check-in, calentamiento, desarrollo y Check-out, que con el tiempo se ha consolidado como la estructura clásica dentro de una sesión de DMT y una parte fundamental del encuadre terapéutico que permite el trabajo dentro de un espacio de seguridad. Conceptos básicos en nuestra disciplina como la empatía kinestésica que nos permite acceder al mundo interior de los pacientes a través de la atención a las propias sensaciones corporales y el espejar mirroring una técnica que busca reproducir el movimiento del paciente desde un lugar que no supone un mero imitar, sino que implica atender a la propia resonancia interna, a la empatía kinestésica, para luego devolver una respuesta que permita al paciente sentirse sentido, son parte de su contribución a la DMT.
Y si Marian Chace comenzó en un espacio psiquiátrico y en el trabajo con la enfermedad mental, Mary Whitehouse lo hizo en la costa este de EEUU, en su estudio de danza y en el trabajo con bailarines, que inicialmente iban a sus clases a aprender una técnica. Whitehouse inicio su propio análisis jungiano mientras impartía esas clases y la profundización en su propio proceso personal, unido a su interés por conocer más sobre la teoría psicológica que lo sustentaba y la conexión que estableció con la danza, la llevaron a desarrollar la técnica del Movimiento Auténtico (MA). Como resultado sus estudiantes dejaron de ir a sus sesiones a aprender técnica. El espacio se convirtió en un lugar para la experimentación, donde ocurría algo más y ese algo más se traducía en el desarrollo del propio Self.